Nuestro día
Este día, por ser el nuestro, lo festejaremos de la mejor forma: trabajando. El oficio no cuenta con días no laborales o festivos, es de dedicación total, los que no soportan el trabajo a destajo, buscan puestos de periodistas en donde no deben estar disponible todo el tiempo, a cualquier hora y siempre.
Esta supuesta “carga” es para quienes amamos la profesión y tenemos la suerte de poder desarrollarla, una bendición, no exenta claro de los problemas propios de la hora que nos toca vivir y que supone el cansancio de tener que hurgar en hechos desgraciados que exigen meter nuestra mente en las miserias humanas más escabrosas.
Hay buenos periodistas que pueden escribir cualquier historia, con facilidad y rapidez y otros, que al pretender profundizar la interpretación de los hechos, se sumergen en la crónica y mentalmente abarcan con todos sus sentidos lo que ha ocurrido, sienten el olor, el sufrimiento y ven lo que no quisieran ver y escriben lo que no quisieran transmitir, pero es el trabajo y debemos hacerlo, aunque a veces duela.
No todas son pálidas, siempre y en cualquier momento, en cualquier estación del año, nace una flor, hermosa y alcanzable, aunque se pierda en el campo de la imaginación, esa esperanza subyace en todos los periodistas y ,a veces, tiene cuerpo y espíritu de mujer y otras de una sensación del espíritu que nos deja en plenitud, como en un clímax.
Creo que es la sensación de haber hecho algo “inmejorable”, no porque sea una nota extraordinaria, sino porque mejor no la podíamos hacer, gratifica con la satisfacción de haber cumplido y lo hacemos con todos los sentidos, ponemos los ojos en la pantalla, los dedos en el teclado, la mente en marcha y escribimos: esto que usted lee, fruto de un esfuerzo de cuerpo y mente.
Podríamos, decir que el mundo es maravilloso y que vivimos en el Edén, que no nos preocupan las enfermedades, ni el porvenir y que estamos galvanizados ante las adversidades, pero dejaríamos de ser periodistas y nos convertiríamos en novelistas y tal vez, nos acusarían de estar sacándole el trabajo a quienes alientan la fe y esperanza en el cielo y lo que ocurrirá en el trasmundo.
Así, que para ser periodistas, nos tenemos que meter con el Poder y los poderosos, con los jueces, buenos y malos, con los ladrones y policías y, a veces, con los roles invertidos, con los males de la pobreza, los chicos desnutridos y los virus y enfermedades, en una sucesión interminable de hechos y cosas que merecen ser contadas para hacérselas conocer y encontrar un equilibrio.
No podemos matar al Diablo, pero si lo vemos, podemos contarles lo feo, advenedizo y lo largo que tiene la cola y advertirle que anda suelto y ronda por tal o cual lugar pero, esperamos, secretamente, que podamos contar que vimos una fulgurante imagen de una bella e inmaculada mujer que baja del cielo en un halo mágico y quienes la observamos no tengamos aflicción ni dolor alguno, que nos irradie paz y amor.
Feliz Día a todos los que comparten y compartieron con nosotros este oficio.