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El “burro” Angio ya corre en el cielo

A los 82 años, el corazón del “burro” dejó de latir y su alma abandonó su cuerpo para vagar por las praderas del señor donde, seguramente, seguirá maratoneando, sin los dolores, ni pesares de la edad.

 

Del “burro” se podrá escribir páginas enteras porque su vida estaba jalonada por anécdotas de todo tipo, pero sobresalía de su personalidad, el afecto y la amistad que engalanaba su rostro con una sonrisa permanente y es por esta condición humana que cada vez que lo recordemos volverá a nuestra memoria el rostro sonriente del “burro” que no se ha muerto para siempre, pues vivirá eternamente en quienes lo conocimos.

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