Abusos en la casa de Dios: las dos causas del cura ‘sanador’
El cura Juan Diego Escobar Gaviria, colombiano -nació en Medellín-, sumado a la congregación Cruzada del Espíritu Santo, que dirige desde Rosario Ignacio Peries, el sacerdote “sanador” por antonomasia, pensó alguna vez convertirse en su sucesor: encabezaba en Entre Ríos, adonde llegó en 2005 para ser párroco de san Lucas Evangelista, en Lucas González, misas de sanación multitudinarias. Todos los curas de la diócesis de Paraná requerían sus servicios con la esperanza marketinera de sumar devotos en sus templos.
Su primer destino pastoral en Argentina fue en Timbúes, un pueblo ubicado a 135 kilómetros de Santa Fe capital, en el departamento San Lorenzo. Ahí, en Timbúes, supo que podía convertirse en cura sanador.
Una mujer con una ceguera irreversible fue a pedirle que le impusiera las manos, y la curara.
–Y yo me negué. Le dije que eso lo hacía el padre Ignacio, y le dije eso: –Vaya donde el padre Ignacio, y pídale que le imponga las manos. No me hizo caso. Entonces, ella misma me agarró las manos y se las puso en los ojos. Ahí, yo, de prepo, dije un Padrenuestro, y más nada. Y a los quince días, volvió diciendo que yo la había sanado. `Usted me ha sanado`, dijo. Ahí ya vi yo el signo de que el Señor quería que yo empezara a hacer bendiciones. Eso pasó ahí en Timbúes. En los tres años que estuve ahí, lo empecé a descubrir. Aunque yo, en mi oración incipiente, le pedía al Señor ser instrumento de sanación, un instrumento de Dios para ayudar a las personas que están en problemas.
A juzgar por los hechos, Dios le volteó la cara y entonces Escobar Gaviria, mientras ejercía de sanador en todos los templos de Entre Ríos, abusaba de niños en su nuevo destino, Lucas González, donde estuvo entre 2005 y 2016, cuando fue sacado de apuro por el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, cuando se presentó la primera denuncia en la Justicia por abuso sexual a menores.
Desde el 21 de abril de 2017 el sacerdote está en un calabozo de la Unidad Penal de Victoria. Hubo dos juicios a Escobar Gaviria, con dos condenas severísimas. También la Iglesia lo investigó: bajo el más estricto secreto se desarrolló en el Tribunal Eclesiástico de Buenos Aires un juicio canónico al cabo del cual la Santa Sede le impuso una sanción simbólica: le prohíbe dar misas en público. Una obviedad: está en la cárcel. Mas no lo expulsó de sus filas, como esperaban las víctimas.
El cura fue condenado el 6 de septiembre de 2017 por haber abusado a cuatro menores. En tres casos se lo acusó de promoción de la corrupción de menores reiterada, agravada por su condición de guardador; y en uno por abuso sexual simple agravado por ser cometido por ministro de culto. La pena que recibió entonces fue de 25 años de cárcel.
Aunque aquella condena fue luego modificada a partir de un fallo de la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia (STJ), que anuló uno de los cuatro casos por los cuales fue condenado. Ordenó su revisión. Entonces, el 24 de junio de 2022, el Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay fijó en 23 años la prisión efectiva para el cura Escobar Gaviria, condenado en 2017 por corrupción de menores, hechos cometidos mientras estuvo destinado en Lucas González, en el departamento Nogoyá, entre 2005 y octubre de 2016. El Tribunal que emitió la resolución estuvo integrado por los camaristas María Carolina Castagno, Mariano Caprarulo y Fernando Martinez Uncal.
Hubo un segundo juicio al sacerdote, con una víctima como denunciante. El 27 de noviembre de 2022, el Tribunal de Juicios y Apelaciones de Gualeguay le impuso una condena a 11 años de cárcel por un caso de corrupción de menores. Técnicamente, fue declarado “autor material y penalmente responsable del delito de promoción de la corrupción de menores, agravada por su condición de guardador”.
El tribunal, conformado por los jueces José Alejandro Calleja, Alejandra María Cristina Gómez y Mariano Daniel Derudi, atendió la denuncia de Santiago Tabares, que había sido monaguillo de la parroquia San Lucas Evangelista y fue abusado por Escobar Gaviria.
“Yo llegué como monaguillo porque me gustaba. Al principio, iba todo bien. Pero con el pasar de los meses ahí adentro empezaron a cambiar las cosas. Ya no era el Juan Diego que yo conocí. Tenía actitudes que eran diferentes. No era la persona seria que yo había conocido. Un día yo estaba jugando junto a otros chicos en el comedor y me llama Juan Diego. Me pide que lo acompañe a la pieza. Cuando entro, cierra la puerta con llave y me empieza a hablar. En la pieza tenía una computadora donde preparaba la predicación de la misa de la tarde, así que nosotros íbamos y jugábamos en esa computadora. Pero ese día me empezó a tocar. No me gustó. Me levanté y me fui. Fui a la otra computadora, y no dije nada. No le conté a nadie. Fui como si nada. Después me empezó a hablar, a explicar con chamuyos lo que había pasado. Entonces, vinieron hechos más graves”.
Esa segunda condena a 11 años de cárcel fue confirmada el 28 de marzo de 2023 por la Cámara de Casación Penal de Concordia, integrada por los vocales Darío Perroud, María Evangelina Bruzzo y María del Luján Giorgio.
¿Qué trámite siguieron en la Justicia esas condenas?
La primera de las causas está a resolución de la Cámara de Casación Penal de Paraná, que debe resolver una impugnación extraordinaria para que el caso sea revisado por la Sala Penal del STJ; la segunda condena, ya está tramitándose en la Sala Penal del STJ: deben fijar audiencia por el ingreso de una impugnación extraordinaria.
De modo que ni una ni otra condena está firmes, de momento.