Cerró la primera aula sustentable del país que funcionaba en el perilago de Salto Grande
Las autoridades educativas, con sede en Paraná, pusieron condiciones para habilitar el aula que excedían las posibilidades de los educadores. No tenían una conexión de energía eléctrica estable a 500 metros de la represa que alimenta de energía a millones de argentinos. No tenía agua, cuando la red que abastece el perilago, cruza por la calle y, principalmente, no tenían apoyo político. ¿A quien le interesa que funcione una escuela?
Los alumnos fueron reubicados en diferentes escuelas secundarias de Concordia y algunos, que no quisieron cortar los lazos de amistad, pudieron conseguir banco en la misma división, mientras esperan que, tal vez, el año próximo, el aula sustentable pueda revivir a la luz de un político que quiera demostrar que mejor es hacer que hablar.
El aula se levantó con materiales de la zona y con un diseño que aprovecha la energía de la naturaleza. Era una escuela que apostaba fuerte a la educación ambiental y emocional. El proyecto se concretó junto a una ONG uruguaya, un estudio de arquitectura y la municipalidad, entre otras organizaciones, y este año, debió cerrar porque no tuvo apoyo de las autoridades educativas para que la legalicen. Con su cierre, los alumnos debieron trasladarse a otros establecimientos secundarios.
El aula estaba diseñada para recolectar y almacenar con tanques cisternas el agua de lluvia y hasta el rocío. Esa agua se usaba para regar árboles nativos y para la huerta que la escuela desarrolló en la zona. Además, se toma energía solar gracias a un panel.
El aula sustentable está a unos 500 metros de la represa de Salto Grande, sobre la costa del río Uruguay, y en medio de un espacio verde que invita a conectar y aprender de la naturaleza: el trabajo en la huerta y el senderismo eran algunas de las actividades prácticas. Las clases teóricas se daban dentro del aula o en unas gradas que hay afuera del aula que forman una especie de anfiteatro.
EDUCACIÓN EMOCIONAL Y AMBIENTAL
“Los chicos de esta escuela han buscado una alternativa diferente, en contacto con la naturaleza y con una fuerte apuesta a la educación emocional. Queremos volver la educación más amorosa. Muchos de los estudiantes han tenido problemas para adaptarse al sistema formal. Y entendemos que su aprendizaje necesita otro tipo de pedagogía”, reflexionaba uno de los impulsores del proyecto, quien destacaba que la escuela se ha posicionado en la ciudad como una institución ‘transformativa’ y que uno de sus referentes es el pedagogo italiano Francisco Tonucci.
“Hoy, la enseñanza tradicional tiene muchos inconvenientes. Muchos chicos sufren el hecho de mantenerse por años bajo un sistema de evaluación. Sobre todo, hablo de estudiantes con vulnerabilidades (entendidas en el sentido pedagógico), que necesitan un espacio emocional para aprender. Somos una escuela con esa alternativa”, decía.
Pero, este año, la escuela está cerrada y sus pedidos de que les den una mano para que no desaparezca, empezaron con el gobierno anterior y terminaron con la ilusión de que “las próximas autoridades” solucionarían la legalización y algunos problemas insólitos, como que no tuviesen una conexión de energía eléctrica estable, a 500 metros de la represa que abastece de energía a millones de argentinos. Cosas de la burocracia.